EXPERIENCIAS DE UN VOLUNTARIO

Hace ya más de dos meses todo empezó a ser diferente, exactamente desde el momento en que descubrí que a diez minutos de mi casa en bici existía un lugar en el cual se hacía todo lo posible por reintroducir halcones peregrinos, y no solo eso, sino que de manera sorprendente se le brindaba la posibilidad a cualquier persona de poder participar.

¿Cómo iba un proyecto tan bonito a dar tantísimo sin pedir nada a cambio?

No tardé demasiado en darme cuenta. Ese amor incondicional a la naturaleza que proviene de lo más profundo del proyecto tiene luz propia. Ese amor no existe sin ser compartido, aquel que lo siente, desearía que todos pudieran sentirlo igual, por el bien de uno mismo, de todos y por el bien de la naturaleza.

SOBRE MÍ Y EL PROYECTO

Hacía ya bastante tiempo que no sentía tantas emociones, creo que quizás era porque no estaba haciendo algo que realmente me apasionara. El proyecto me apasiona, no me canso, las horas me pasan volando, no siento que se me agoten las fuerzas para esto. Cuando tengo que hacer alguna tarea que no me agrada, recuerdo por qué lo estoy haciendo y la termino con una sonrisa. Todo el esfuerzo es poco cuando ves el resultado. El resultado es bajar a las 7 de la mañana por la calle San Juan de Dios y ver dos halcones peregrinos jugando a cuatro metros de mi cabeza, persiguiéndose mientras chillan y exhiben sus capacidades de vuelo mientras mi corazón bombea más fuerte que nunca, dos halcones a los que me dirijo a alimentar, con todo el cariño del que dispongo y con los pelos de punta tras ver el espectáculo que acaban de regalarme. Tengo que decir que todo esto no solo me está haciendo más feliz, sino que me está haciendo aprender; a un ritmo frenético estoy aprendiendo biología, veterinaria, etología, inglés, etc. He aprendido a ser comprometido de verdad y sobretodo, estoy conociendo a personas geniales y haciendo amigos.



Escribo esto hoy, a día 18 de Julio de 2013, con una mezcla extraña de sensaciones, con un nudo en la garganta porque uno de los halcones ha sufrido un accidente y no ha sobrevivido. Ese halcón se llamaba Mulhacén. Digo que es una mezcla extraña de sensaciones porque ayer fue seguramente el día más gratificante para mí en cuanto al proyecto se refiere y voy a explicar por qué.

Mulhacén llevaba ya cinco días sin venir a comer junto a los otros. Pero ayer, día 17 de Julio, un compañero y yo tuvimos la fortuna de poder verlo, fue gracias a Sulayr (su hermano biológico) el cual lo vio primero y salió como una flecha hacia él desde la cúpula de San Rafael, y nos guió hacia su presencia. Los vimos volar juntos cerca de la parte baja del Albaicín, lo cual me hizo pensar que desde el mirador de San Cristóbal podría verlo mejor.

Esa misma tarde decidí ir al mirador, cogí los prismáticos y subí con mi bici en busca del halcón con la ilusión de un niño. No pude acertar más, no solo lo localicé por la parte baja del Albaicín sino que poco a poco fue ascendiendo hasta sobrepasar mi altura. Mi corazón volvía a bombear igual que aquel día, estaba viendo a Mulhacén volar como nunca antes había visto volar a otro pájaro a una distancia de 20 metros, estaba viendo a un halcón peregrino totalmente salvaje volar delante de mí con el precioso sol de los atardeceres de Granada a su espalda. Voló por encima y se dirigió hacia el sacromonte cruzando el curso del rio Darro, curso por el cual volvería después y pasaría por encima del Generalife, y posteriormente la Alhambra, siempre con nuestra querida Sierra Nevada de fondo.

Vistas desde el mirador de San Cristóbal, en el barrio del Albaicín ('click' para ampliar)
Quién me iba a decir a mí que esa iba a ser la última vez que lo íbamos a ver, y digo íbamos porque en mis ojos estaba el alma de todos los voluntarios que lo han visto crecer sano, fuerte y hermoso desde que era una bola blanca de plumón. Ahora comprenderéis mejor el por qué de esta sensación tan extraña que tengo. Sin embargo la experiencia del día anterior me sirvió para darme cuenta más que nunca de que esto merece la pena y que al fin y al cabo, este jarro de agua fría no cambia nada, es un animal salvaje y la muerte en la naturaleza es tan común como la vida.

Mañana volveré a ir, con la misma ilusión que el primer día y con más fuerza que nunca, porque soy una persona optimista y todavía quedan halcones que cuidar y cosas que aprender.

Firmado: Un voluntario.